Maria Yolanda Brito

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Proverbios 31:25-31 "La fuerza y la dignidad son sus prendas, y él sonríe al futuro. Abre su boca con sabiduría, y la ley del bien está en su lengua. Cuida del progreso de su casa, y no come el pan de la ociosidad. Sus hijos se levantan y la llaman bienaventurada; su esposo también la elogia, diciendo: "Muchas mujeres han hecho el bien, pero tú las superas a todas". La gracia es engañosa, y la hermosura es vana, pero la mujer que teme al Señor será alabada. Dadle el fruto de sus manos, y alabadla a las puertas de la ciudad por sus obras". María Yolanda Brito Fernández nació el 23 de noviembre de 1941. Nace de la unión de Concepción Brito y María Dolores Fernández, quienes procrearon una familia de 12 hijos, que hoy la acompañan y la han recibido con alegría en el cielo, a excepción de mi único tío Milton que les sobrevive, y hoy nos acompaña en este duro momento. Creció corriendo entre hermosos cacaotales y cafetales en Salcedo, un lugar donde puedo dar fe de haber pasado la infancia más hermosa y feliz del mundo. A pesar de su pobreza, mi madre fue educada en un internado de monjas, gracias a la dedicación y entrega como monja de su hermana mayor, Nidia Antonia. Llego a completar el primer año de la escuela secundaria, pero su sabiduría, sagacidad y dedicación a la lectura me hicieron creer que mi madre tenía todos los títulos de educación superior que se pueden lograr. Un programa organizado por el gobierno de turno decide reubicar a familias del centro del país con agricultores y trabajadores de la tierra en la parte sur del país, cerca de la frontera. Mi abuelo Don Tinín, era parte de este programa, supervisando un pueblo llamado Mencía, donde decía que cuando se iba de vacaciones de la escuela, vivía momentos encantadores, pero aún así llenos de pobreza. Al terminar su escuela secundaria, ataron su vida a un hombre mayor, que era trabajador de una importante empresa llamada Alcoa, para que tuviera una vida mejor. Poco después de haberse casado como Dios manda para la iglesia, comienza el maltrato y abandono de ella, aún en estado de gestación de su primogénito Luis Ramón Molina. Al ver la crueldad y la mala vida que estaba viviendo, mi abuelo la lleva de regreso a la familia. Al cabo de un tiempo se encontró y se casó de nuevo con el jefe militar del fuerte de Banano, teniente primero Rafael Elpidio Guerrero Pérez. Lugar donde se protegía la frontera con Haití de la entrada de vecinos haitianos. Tuvieron 5 hijos, Elpidio (Quico), Mercedes (yo), Dionicio, Andrés y Jimmy por carambola. A partir de ahí comienza a formarse la bestia indomable que logró ser. Esa bestia que defendió su vida y la de sus hijos por encima de todas las adversidades que la vida le regaló. Su capacidad para enfrentar la vida y los obstáculos con ese coraje y tenacidad que solo una madre como ella puede hacer. Cuando mi padre murió, ella fue libre de rehacer su vida con otra pareja, pero prefirió quedarse sola antes que abandonar a sus hijos. A ella le debemos todo lo que somos; A ella le debemos todo lo que tenemos y a ella le debemos todo lo que vendrá de nuestras generaciones. Nos enseñó a hacer el bien y a no mirar a quién. Que lo que hace tu mano derecha no lo sabe tu mano izquierda. Y dar amor sin pedir nada a cambio. Nos enseñó a ser aseados, limpios y a estar siempre bien vestidos, aunque sea vestido con harapos. Tal vez no había dinero para comprar ropa o zapatos nuevos, pero sí teníamos que mantener los que teníamos en buen estado. Amaba las plantas, las flores y los animales. Su mundo creado por ella era uno de felicidad absoluta. Su alegría era contagiosa y su desdén por vivir la vida y que todos fuéramos felices era su único deseo. Humorista, cantante, recitadora, poeta y un poco de artista teatral eran sus cualidades de entretenimiento. Aprendimos a escuchar música de todos los géneros. Tango, baladas, boleros, son cubano, música criolla y otros. Hoy en día nos deleitamos cantando y escuchando música gracias a ella. Pero hablemos de su compromiso con la familia, el trabajo u otras causas que la hicieron grande. Recuerdo que cuando murió mi padre, mi tío Pedro Pérez se encargó de hacerle la vida imposible a mi madre y juro que no la iba a dejar gozar de la pensión militar que le correspondía como viuda. Removió mar y tierra y despertó montañas luchando por lo que se debía a sus hijos. Era una librera callejera; Caminamos kilómetros vendiendo zapatos en catálogos para conseguir el pan para apoyar a esos 5 leones y una tigresa (esa soy yo). Otra anécdota que tengo es que cuando nos fuimos a la casita de bloques que construimos con la herencia de mi padre en la calle Hatuey, un grupo de muchachos le pegó a Quico, y mi mamá fue a la casa del que le había pegado a Quico y se enfrentó al papá, a la mamá y a todos los que se le cruzaban por encima. amenazándolos con que... Venid todos vosotros, os voy a dar a todos juntos. Era una sargento, con la voz, los brazos y el cuerpo de un sargento de verdad. Pero al mismo tiempo, era el epítome del amor incondicional. Requirió que limpiáramos y mantuviéramos la casa ordenada desde el patio hasta el callejón detrás de la casa. El amor de su madre que podía curar cualquier dolor y curar heridas con solo pasar sus manos. Era una mujer de fuerza inquebrantable, de alma blanca y purita, y capaz de capear cualquier calamidad y tempestad con gracia y determinación. Ella nos enseñó el valor de la perseverancia y la persistencia. La importancia de la compasión y, sobre todo, la alegría de vivir. Su vida en Estados Unidos marcó un antes y un después. Trabajó como costurera en el Garment Center de Manhattan. Trabajó de sol a sol para crear el sustento de sus hijos que había dejado atrás para garantizar un futuro mejor para todos. Los aires americanos la hacían más elegante, más alta, con el porte de una dama rica. Coqueta y seductora. Muchos fueron los que se quedaron con las ganas de ese hembrón que solo se ve en revistas y canales de televisión. Cuando tuve la oportunidad de viajar a Nueva York, íbamos caminando por la Octava Avenida en Manhattan y era abrumador el ruido de los hombres que la silbaban y la felicitaban como si fueran flores tiradas al suelo mientras ella pasaba. Todos creían que ella era la dueña de la fábrica debido a su elegante apariencia en tacones, pero solo era una operadora que se ganaba la vida detrás de esas máquinas de coser. Estos últimos años que he vivido con mi madre, he aprendido a devolverle algo de lo que nos dio. Sentir el amor verdadero de una madre y la ternura de una niña en la piel de una anciana. Nunca perdió la chispa de lo que le gustaba y nunca renunció a lo que creía. Era difícil convencerla o persuadirla de que no hiciera lo que quería hacer. Pero su amor por la familia y el amor por Dios nunca se rompió y, por el contrario, floreció y brotó en todos nosotros. La gente la perseguía como miel en el panal. Agradezco públicamente a las personas que a través de ella aprendieron a amarse y tratarse como hermanos y hermanas y como familia. Un profundo y sincero agradecimiento a mi hermana Rosario por haberla cuidado durante tantos años y quererla como a cualquier otra madre. A mis hijas Meredith, María, Mónica y Soffia por cuidar a mi madre como nuestro tesoro más valioso. Gracias a todos los amigos y familiares que han venido de lejos y de cerca para dar este último adiós a mi Reina Madre. Hoy mi Corazón está desnudo. Ya no tiene la ropa que le regaló mi madre. Ya no late con ganas de llegar a casa y verla, aunque fuera en la cama. Ya no tiene fuerza para vencer por falta de ella; Ella tomó mi ser después de que me lo dio. Gracias Mami por ser quien soy y por haberme dado la alegría y el privilegio de ser tu hija. Tu legado se ha plasmado en todos tus hijos, nietos y bisnietos que hoy lloran tu ausencia física porque sabemos que espiritualmente estarás para siempre entre nosotros. No solo vives con nuestra familia, sino con todas las personas que tuvieron la suerte de conocerte. Tu espíritu amable, alegre y jovial y su incansable dedicación son un faro que seguirá guiándonos en la oscuridad".

Proverbs 31:25-31 "Strength and dignity are her garment, and he smiles at the future. He opens his mouth with wisdom, and the law of goodness is on his tongue. He attends to the progress of his house, and does not eat the bread of idleness. Her children rise up and call her blessed; her husband also praises her, saying, "Many women have done good, but you surpass them all." Grace is deceitful, and beauty is vain, but the woman who fears the Lord will be praised. Give her the fruit of her hands, and praise her at the gates of the city for her works." María Yolanda Brito Fernández was born on November 23, 1941. Born from the union of Concepción Brito and Maria Dolores Fernandez, who procreated a family of 12 children, who today accompany her and have received her with joy in heaven, except for my only uncle Milton who survives them, and today accompanies us in this hard moment. She grew up running among cocoa and beautiful coffee plantations in Salcedo, a place where I can attest spending the most beautiful and happiest childhood in the world. Despite her poverty, my mother was educated in a boarding school of a nuns, thanks to the dedication and dedication as a nun that her older sister Nidia Antonia had. She gets to complete the first year of high school, but her wisdom, sagacity and dedication to reading made me believe that my mother had all the higher education degrees that can be achieved. A program organized by the government of the day decides to relocate families from the center of the country with farmers and land workers in the southern part of the country, near the border. My grandfather Don Tinin, was part of this program, overseeing a town called Mencía, where she said that when she went on vacation from school, she lived charming moments, but still full of poverty. Having finished her middle school, they tied her life to an older man, who was a worker at a prominent company called the Alcoa, so that she would have a better life. Shortly after having married as God commands for the church, the abuse and abandonment of her begins, still in a state of gestation of her firstborn Luis Ramón Molina. Seeing the cruelty and bad life she was living, my grandfather takes her back to the family. After a while she met and married again with the military chief of the Banano fortress, First Lieutenant Rafael Elpidio Guerrero Pérez. Place where the border with Haiti was protected from the entry of Haitian neighbors. They had 5 children, Elpidio (Quico), Mercedes (me), Dionicio, Andrés and Jimmy by carambola. From there begins to form the indomitable beast that she managed to be. That beast who defended her life and that of her children above all the adversities that life gave her. Her ability to face life and obstacles with that courage and tenacity that only a mother like her can do. When my father died, she was free to rebuild her life with another partner, but she preferred to stay alone rather than abandon her children. To her we owe everything we are; to her we owe everything we have and to her we owe everything that will come from our generations. She taught us to do good and not look at whom. That what your right hand does that your left hand does not know. And to give love without asking for anything in return. She taught us to be neat, clean and always be well dressed, even if it is dressed in rags. Maybe there was no money to buy new clothes or shoes, but we did have to keep the ones we had in good condition. She loved plants, flowers and animals. Her world created by her was one of absolute happiness. Her joy was contagious and her disdain for living life and that we were all happy was her only desire. Humorist, singer, reciter, poet and a bit of a theater artist were her entertainment qualities. We learned to listen to music of all genres. Tango, ballads, boleros, Cuban son, Creole music and others. Nowadays we delight in singing and listening to music thanks to her. But let's talk about her commitment to family, work or other causes that made her great. I remember that when my father died, my uncle Pedro Perez was in charge of making my mother's life impossible and I swear that he was not going to let her enjoy the military pension that corresponded to her as a widow. She moved sea and land and awakened mountains by fighting for what was due to her children. She was a street bookseller; we walked miles selling shoes in catalogs to get the bread to support those 5 lions and a tigress (that's me). Another anecdote I have is that when we moved into the little block house that we built with my father's inheritance on Hatuey Street, a group of boys beat Quico, and my mother went to the house of the one who had hit Quico and confronted the father, the mother and all those who came her way. threatening them that... Come all of you, I'm going to give you all together. She was a sergeant, with the voice, arms, and body of a real sergeant. But at the same time, it was the epitome of unconditional love. It required us to clean and keep the house tidy from the yard to the alley behind the house. Her mother's love that could heal any pain and heal wounds just by passing her hands on. She was a woman of unwavering strength, a purity of white soul, and capable of weathering any calamity and tempest with grace and determination. She taught us the value of perseverance and persistence. The importance of compassion and above all, the joy of living. Her life in the United States marked a before and after. She worked as a seamstress at the Garment Center in Manhattan. She worked from dawn to dusk to create the livelihood for her children that she had left behind to ensure a better future for all. The American airs made her more elegant, taller, with the bearing of a rich lady. Flirtatious and seductive. Many were those who were left with the desire for that hembrón that is only seen in magazines and television channels. When I had the opportunity to travel to New York, we were walking along Eighth Avenue in Manhattan and it was overwhelming the men whistling and complimenting her as if they were flowers thrown on the floor as she walked by. Everyone believed that she was the owner of the factory because of her elegant appearance in heels, but she was just an operator who made a living behind those sewing machines. These last few years that I've lived with my mother, I've learned to give back to her some of what she gave us. To feel the real love of a mother and the tenderness of a girl in the skin of an old woman. She never lost her spark of what she liked and never gave up on what she believed in. It was difficult to convince or persuade her not to do what she wanted to do. But her love for the family and love for God was never broken and on the contrary, it blossomed and sprouted in all of us. People chased her like honey in the honeycomb. I publicly thank people who through her learned to love and treat each other as brothers and sisters and as family. Deep and sincere thanks to my sister Rosario for having taken care of her for so many years and loving her like any other mother. To my daughters Meredith, Maria, Monica and Soffia for taking care of my mother as the treasure that she is. Thank you to all the friends and family who have come from far and close to give this last goodbye to my Queen Mother. Today my Heart is naked. It no longer has the clothes that my mother gave it. It no longer beats with eagerness to get home and see her, even if it was in bed. It no longer has the strength to beat for lack of it; She took my being after she gave it to me. Thank you Mami for being who I am and for having given me the joy and privilege of being your daughter. Your legacy has been embodied in all your children, grandchildren and great-grandchildren who today mourn your physical absence because we know that spiritually you will be forever among us. You don't just live with our family, but with every person who was fortunate enough to know you. Her kind, joyful, jovial Spirit and her tireless dedication are a beacon that will continue to guide us in the darkness."